Nacido en Málaga a finales del siglo XIX, Pablo Picasso tal vez sea el último gran genio de la pintura española. De personalidad compleja, intensa y carismática, el artista pasó por varias etapas pero se le recuerda especialmente por ser uno de los principales pilares en los que se basó el inicio del cubismo, una expresión artística y vanguardista que sorprendió a todos en plena época dadaísta, cuando la pintura buscaba ir más allá del típico “cuadro bonito”.
Picasso se ha convertido en un auténtico referente a la hora del simbolismo en sus cuadros, ya que los llenó de contenido y de profundidad. Tuvo una vida azarosa y se vio obligado al exilio tras la Guerra Civil, corriendo eso sí, mejor suerte que amigos suyos como Federico García Lorca. Su amor por Paris y por Francia en general nunca fue disimulado, ya que fue el país que le acogió buena parte de su vida, y donde se consideró también en casa.
Las señoritas de Aviñon
Dibujado en el año 1907, se trata de un óleo sobre lienzo espectacular, de casi tres por tres metros. Representa el inicio de la etapa protocubista del artista, donde ya se pueden ver esas formas “extrañas” en el cuerpo de estas mujeres representadas. Hay influencia de Cezzane o El Greco en cuanto a las figuras y el fondo, pero lo más llamativo son los rostros de las mujeres, que están directamente influenciados por la pintura africana, muy de moda en aquel tiempo. Con tan solo 26 años, Picasso “parió” su primera obra maestra y empezó su escalada como uno de los artistas más prominentes de la época. En la actualidad, el lienzo se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.
Guernica
Otra de las obras más características e importantes de la carrera de Pablo Picasso fue el Guernika, un gigantesco cuadro pintado justo después del bombardeo a la población vasca del mismo nombre durante la Guerra Civil. Picasso siempre se declaró pacifista e ideológicamente de izquierdas, así que asumió el encargo del Gobierno de la Segunda República, todavía vigente en ese 1937, para crear una obra que se expusieses en la Exposición Internacional de París durante ese mismo año, buscando también llamar la atención sobre la causa republicana. El cuadro es hoy en día considerado como uno de los símbolos del horror de la guerra, puro surrealismo pero con mucho contenido simbólico, y perteneciente a la etapa cubista del artista. Se puede ver en el Museo Nacional de Arte Reina Sofia, en Madrid.
Los tres músicos
En 1921, Pablo Picasso todavía experimentaba con las diversas ramificaciones del cubismo que estaba creando. El cuadro de Los Tres Músicos pertenece a la etapa del cubismo sintético, en la que el artista superponía diferentes figuras de colores hasta crear otras que representaban cosas o personas de una manera más o menos entendible. Siempre con ese punto abstracto que le caracterizaba, Picasso lleno el cuadro de simbolismo y lo doto de una caótica geometría que hoy por hoy todavía es estudiada en las escuelas de arte por su belleza y su originalidad. Además de los músicos del título, se intuye también la figura de un perro en la parte inferior, dotando a la escena de una mayor carga bohemia.
Retrato de Dora Maar
Durante el periodo de República y la Guerra Civil, Pablo Picasso se mostró políticamente activo a través de su obra, pero no era casualidad. Buena parte de esa influencia venía de su compañera sentimental en esos momentos, Dora Maar, una mujer con la que tuvo una relación cuanto menos tormentosa, pero que le sirvió de acicate para su arte. De hecho, realizó varios retratos para ella, todos ellos dentro del estilo cubista ya más desarrollado, estando uno de los cuales en el Reina Sofía de Madre. La representación de la mujer tiene ciertos toques surrealistas, como la mirada o la posición de sus rasgos faciales, que bien podrían representar la cercana demencia que la pareja de Picasso estaba a punto de sufrir.
Mujer ante el espejo
Picasso siempre estuvo rodeado de mujeres que le inspiraron, ya fueran sus parejas oficiales o también sus amantes. Una de ellas, Marie Therese Walter, le sirvió como modelo para uno de sus cuadros más celebrados y simbólicos: Mujer ante el espejo. En él, Picasso representa siempre con el estilo cubista a su amante frente a un reflejo que se le devuelve distinto, cambiado, ampliado podríamos decir. La sensualidad y el toque morboso del retrato son indudables, pero hay mucho más, como la vanidad, la obsesión con la belleza o incluso el hecho de estar mirando a otro plano astral, ya que el espejo es un objeto tremendamente simbólico en pintura. El cuadro se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.